El pasado 11 de junio, la Fundación de Cultura Islámica participó en las Noches de Ramadán, organizadas por el ayuntamiento, para presentar su libro “Madrid islámico. La historia recuperada”, editado por el Ayuntamiento junto con el Centro de Estudios sobre el Madrid Islámico.
Escrito por Daniel Gil-Benumeya, coordinador científico del CEMI (Centro de Estudios sobre el Madrid Islámico), el libro profundiza en los orígenes de Madrid, que se remontan al periodo andalusí, y desvela algunos de los aspectos más desconocidos de la única capital europea de origen islámico. Mediante la recuperación de la historia de la ciudad, el libro pretende, no solamente contribuir a su preservación histórica y cultural, sino combatir los esfuerzos por difuminar sus orígenes, llevados a cabo desde que, en 1561, Felipe II la designase como capital del Imperio español.
Los esfuerzos por “reescribir” la historia de la ciudad han contribuido a las múltiples incógnitas que rodean su creación
Estos esfuerzos por “reescribir” la historia de Madrid han contribuido a las múltiples incógnitas que rodean su creación. Se cree que la ciudad fue creada entre los años 858 y 871, por el Emir Mohamed I, con el objetivo de proteger la frontera de Toledo de las regiones enemigas. Esto explica las múltiples atalayas que surgieron en sus alrededores, algunas de las cuales se han conservado hasta nuestros días, como la de Torrelodones y las presentes en Somosierra o en el monte de Guadalajara.
“Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son”
“Fui sobre agua edificada, mis muros de fuego son, esta es mi insignia y blasón”, así rezaba la leyenda presente en los escudos de las milicias de Alfonso VIII en el s. XIII. Este lema, cuyo significado se remonta a los orígenes de la ciudad, hace referencia a los múltiples arroyos y fuentes que atravesaban la ciudad (recorriendo, entre otros, las actuales calles de Segovia, Arenal, Leganitos, las Vistillas y la Plaza Mayor). La segunda parte de la insignia, “mis muros de fuego son”, se refiere al material empleado en la construcción de la muralla de la ciudad, el sílex, que originaba chispas al contacto con las armas de los enemigos.
El libro pretende, no solamente contribuir a la preservación histórica y cultural de la ciudad, sino combatir los esfuerzos por difuminar sus orígenes, llevados a cabo desde que, en 1561, Felipe II la designase como capital del Imperio español.
Las murallas de Mayrit se extendían aproximadamente a lo largo de 760 metros y medían entre 12 y 15 metros de altura. La muralla ocupaba el espacio delimitado hoy en día por el barranco del Manzanares, al Oeste; la calle del Factor, al Este; el Palacio Real, al Norte, y el desnivel de la calle Segovia, al Sur. Sin embargo, la población madrileña (por aquel entonces, mayrití), no se circunscribía exclusivamente a este perímetro, como reflejan los múltiples yacimientos y restos materiales hallados en sus alrededores.
Lamentablemente, la mayor parte de la muralla y de los edificios históricos de la ciudad fueron destruidos tras la llegada del rey Felipe II, como parte del proyecto de renovación urbanística de la ciudad. La mayoría de los restos que permanecieron en pie fueron destruidos a lo largo del s. XIX y principios del s. XX, por lo que son escasos los restos materiales que han llegado hasta la actualidad.
El nombre de «Mayrit»
Incluso los orígenes etimológicos del nombre de Mayrit, como se llamaba la capital española en la época andalusí, han permanecido en una incógnita. De las distintas teorías elaboradas en torno a este topónimo, dos se presentan como las más creíbles. La primera, y más comúnmente admitida, considera que es un híbrido del árabe maŷra («cauce») y el sufijo romance de abundancia -it (equivalente a los sufjos “-edo” o “-eda” en el castellano actual). Es decir, un lugar donde hay maŷras, o cursos de agua. La segunda, menos probable, considera que el nombre es una arabización fonética del romance matrice, pronunciado “matrich” (matriz), puede que en alusión al arroyo de las fuentes de San Pedro.
El libro también destaca la historia de San Isidro, patrón de la ciudad, y asimismo de origen andalusí, y la excepcionalidad de sus características.
El libro destaca además la historia de San Isidro, patrón de la ciudad, y asimismo de origen andalusí, y la excepcionalidad de sus características. Como documenta el autor, frente a las características comunes de los santos cristianos, generalmente procedentes de familias nobles y dedicados a la vida espiritual, San Isidro era un campesino cuyos milagros giraban en torno a las preocupaciones del día a día: la siembra, la lluvia, los lobos… Como reflexionan dos historiadoras de la Universidad Complutense de Madrid, Matilde Fernández y Cristina Segura, sus rasgos recuerdan, más bien, a los “amigos de Dios”, o místicos del islam, figuras en comunión con la naturaleza, discretos en la promoción de sus milagros y que promulgan una vida sencilla.
Estos rasgos, entre otros muchos, hicieron de Mayrit un punto de confluencia entre culturas, respetuoso con las múltiples minorías que habitaban la villa, e impregnado de la cultura andalusí en la que había surgido. El libro “Madrid islámico. La historia recuperada” recoge esta faceta histórica y cultural de la ciudad, hasta ahora prácticamente desconocida, contribuyendo así a recuperar sus orígenes históricos y a enfrentarse a los discursos hegemónicos que, hasta ahora, se han esforzado por suprimir esta faceta de diversidad multicultural.
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