Marroquíes en Madrid durante la época del Protectorado: estudiantes y otros elementos más variopintos

María Rosa de Madariaga
Historiadora

Nota editorial: este artículo fue publicado originalmente en 2011, en el libro De Maŷrit a Madrid: Madrid y los árabes, del siglo IX al siglo XXI, ed. de Daniel Gil-Benumeya, Madrid: Casa Árabe/Lunwerg, 2011. Lo reproducimos aquí con permiso de la autora.

«Nuestro amigo de ayer, jefe de las fuerzas rifeñas.» Fotografía de M’hamed ben Abd el-Krim hecha por Diaz y Alonso en Axdir y publicada en Mundo Gráfico el 16 de agosto de 1923, cuando el antiguo becario de la Residencia de Estudiantes se había convertido en «ministro d ela Guerra y jefe supremo de las fuerzas rebeldes» de la República del Rif. (Hemeroteca Municipal, Madrid.)

M’hamed ben Abd el-Krim el Jatabi en la Residencia de Estudiantes de Madrid

El estudiante marroquí más ilustre del primer cuarto del siglo XX que residió en Madrid fue, sin duda alguna, M’hamed ben Abd el-Krim el Jatabi, hermano menor del líder rifeño que encabezó en los años veinte del pasado siglo el movimiento de resistencia contra el colonialismo español.

Después de cursar estudios primarios en la Escuela Indígena de Melilla (en árabe, al-Madrasa al-Ibtida’iyya al-Islamiyya), en la que enseñaba su hermano, es decir, Abd el-Krim, y, luego, de magisterio en la Escuela Normal de Málaga, el ministro de Estado daba en 1914 su conformidad para asumir los gastos que ocasionasen los estudios de ingeniero de M’hamed. No obstante, debido al apoyo, tanto de Abd el-Krim padre como hijo a la causa turco-alemana durante la Primera Guerra Mundial, las autoridades españolas decidían suspender temporalmente la subvención que le habían adjudicado. Sólo después de que Abd el-Krim, que había sido encarcelado a principios de septiembre de 1915 y liberado en agosto de 1916, fuera repuesto en su cargo de cadí en abril de 1917, decidirían las autoridades españolas volver a costear los estudios de su hermano M’hamed. Tras cursar en el Liceo Español de Melilla, donde ya había estudiado anteriores materias, las asignaturas que le quedaban del bachillerato y que aprobaba en septiembre de 1917, el ministro de Estado proponía al ministro de Instrucción Pública que el hijo Jatabi ingresara en el otoño en la Residencia de Estudiantes, considerada «modelo de instituciones españolas», con el objeto de prepararse para el ingreso en la Escuela de Ingenieros de Minas de Madrid.[1]

A últimos de octubre de 1917, se instalaba M’hamed en la Residencia de Estudiantes de Madrid, donde disponía de un profesor particular, que le explicaba las asignaturas que necesitaba para ingresar en la citada escuela. En junio de 1918, a pesar de que había trabajado durante el curso como un buen estudiante, M’hamed no aprobaba las asignaturas de dibujo y aritmética y geometría, de las que se había examinado, debido probablemente, según el director de la Residencia de Estudiantes, don Alberto Jiménez Fraud, a que, a las dificultades con que se encontraba todo estudiante en los exámenes, venían a sumarse las de ser extranjero y acometer las pruebas «con timidez y recelo». Después de pasar en el verano una temporada en el Rif con su familia, M’hamed regresaba a Madrid a finales de agosto para presentarse en septiembre a los exámenes preparatorios, en los que aprobó la primera sección de matemáticas y de dibujo lineal. Luego, pasaba en enero de 1919 con éxito el examen de trigonometría y seguía preparándose para pasar en junio las asignaturas de cálculo y analítica. Fue entonces cuando, «en vista de su buen comportamiento y aplicación», se le concedió, el 12 de enero de dicho año, permiso para pasar quince días junto a su familia, sin que nunca más regresara a Madrid para proseguir sus estudios. El distanciamiento de su padre de España y su decisión de no seguir colaborando con ella truncarían la carrera de ingeniero de M’hamed.[2]

Las autoridades españolas habían hecho todo lo necesario para que el muchacho se sintiese a gusto en un medio estudiantil caracterizado no solo por ser en aquellos años uno de los de más alto nivel de toda España, sino también de los de espíritu más liberal y progresista. El tiempo que permaneció en la Residencia, M’hamed tuvo la ocasión de codearse con la élite de la intelectualidad española de entonces. Dejó, tanto entre sus compañeros de Residencia como entre otros que la frecuentaban, un excelente recuerdo de joven educado y discreto. En una carta del director del citado centro, don Alberto Jiménez Fraud, al diario Heraldo de Madrid, del 20 de agosto de 1921, decía, a propósito del paso de M’hamed por la Residencia, lo siguiente:

El súbdito marroquí Sidi Mohamed [M’hamed] ben Abd-el-Krim el Jatabi —hijo del fallecido jefe de la sección de Aydir [Axdir] de la cabila de Beni-Urriaguel (cercana a Alhucemas) y hermano del que ha sido juez de la subdirección de tropas y asuntos indígenas de Melilla— ingresó en la Residencia de Estudiantes el día 28 de octubre de 1917.

Contaba entonces veinte años de edad, y venía a prepararse para el ingreso en la Escuela de Ingenieros de Minas, pues sabido es que la región ocupada por la cabila de Beni-Urriaguel es sumamente rica en yacimientos minerales, aunque esto no ha podido ser comprobado de una manera cierta, por no haberse podido hacer un estudio de dicha región. Precisamente, algún distinguido geólogo, amigo de la Residencia, tenía la esperanza de que la amistad de éste con Sidi [M’hamed ben] Abd-el-Krim le permitiría algún día estudiar la zona ocupada por la cabila de Beni-Urriaguel.

Sidi [M’hamed ben] Abd-el-Krim hablaba correctamente el castellano, pues había cursado su bachillerato en España, y pudo fácilmente hacer sus estudios preparatorios para el ingreso en la Escuela de Minas, bajo la dirección del ingeniero D. Mariano Fernández Toral.

En relación constante con dicho ingeniero, la dirección de la Residencia pudo apreciar la aplicación y buen comportamiento de Sidi [M’hamed ben] Abd-el-Krim, que dieron como resultado la aprobación de la Escuela de Minas (en septiembre de 1918) de la primera sección de Matemáticas y del Dibujo Lineal. Es decir que, de haber aprobado las restantes asignaturas en el siguiente curso, Sidi [M’hamed ben] Abd-el-Krim habría ingresado en la Escuela de Minas.

El 12 de enero de 1919 se concedió permiso a Sidi [M’hamed ben] Abd-el-Krim para que pudiera visitar a su familia y como extrañase lo largo de su ausencia, la dirección de la Residencia le indicó que sería conveniente que volviera enseguida a continuar sus estudios; a lo que contestó Sidi [M’hamed ben] Abd-el-Krim, en larga y cariñosa carta, comunicando su propósito de no volver a España y de abandonar la carrera.

La conducta de Sidi [M’hamed ben] Abd-el-Krim durante todo el tiempo que permaneció en la Residencia no dio motivo a queja alguna. Era un buen estudiante, observaba buen comportamiento, era muy cortés e intimó con sus compañeros de Residencia, de los cuales, en realidad no se diferenciaba, una vez cambiado el traje marroquí con el europeo. En su relación con la Residencia puede decirse que se distinguía por su cariño y respeto a ésta, demostrándolo en la prontitud con que atendía las amistosas indicaciones que se le hacían y en las palabras agradecidas que tanto él como su hermano prodigaban en sus cartas a la Residencia.

Sidi [M’hamed ben] Abd-el-Krim ingresó en la Residencia por disposición de los ministerios de Estado y de Instrucción pública, de acuerdo con la dirección de la Residencia. Ésta se preocupó, en constantes comunicados al señor ministro de Estado, de dar cuenta detallada de la conducta y de los estudios de Sidi [M’hamed ben] Abd el-Krim, consciente de la importancia de la labor que realizaba […].[3]

El Internado Hispano-Marroquí

Galería del Internado Hispano-Marroquí, en el actual Pabellón Trasatlántico de la Residencia de Estudiantes. (Cortesía de los herederos de Antonio Magariños.)

La presencia de estudiantes marroquíes en el Madrid de los años cuarenta y cincuenta está estrechamente relacionada con la creación del Internado Hispano-Marroquí, que empezó a funcionar en el curso académico 1940-1941. Situado en un pabellón provisto de una cristalera exterior, conocido como el Pabellón Transatlántico (o de Laboratorios), obra del arquitecto Antonio Flórez (1877-1941), especializado en construcciones escolares, data de 1915. Aunque anejo a la antigua Residencia de Estudiantes, el edificio no formaba parte de ella. Dependía del Instituto Ramiro de Maeztu, centro en el que cursaban los estudios de bachillerato los residentes del internado, tanto españoles como marroquíes.

Del edificio destaca sobre todo la galería de inspiración neomudéjar, con un ancho friso de azulejos, que, en su parte media, representaban escenas del Quijote, procedentes de la Exposición Universal de Sevilla de 1929.[4] Otros elementos decorativos de esa galería dignos de mención eran las reproducciones de cuadros de Mariano Bertuchi, de calles de Tánger o de Tetuán. En una de las paredes destacaban asimismo unas espadas formando la estrella jerifiana de cinco puntas.

El Internado tenía por objeto que estudiantes marroquíes o de otros países africanos convivieran con españoles. Correspondía a la política del régimen franquista de amistad con el mundo árabe en general, y, con Marruecos en particular, después de que cientos de miles de marroquíes enrolados en el ejército de Franco hubiesen contribuido al triunfo del dictador en la guerra de 1936-1939. En el discurso oficial, se trataba de mostrar a Marruecos su reconocimiento por el apoyo prestado, dando a jóvenes marroquíes la oportunidad de cursar en España estudios que los capacitaran cuando regresaran a Marruecos para contribuir al desarrollo del país. En realidad, el propósito era el de formar, entre los llamados a desempeñar en el futuro cargos importantes en la administración marroquí, una élite adicta al régimen español. Estaba destinado fundamentalmente a los hijos de notables de la zona norte, muchos de los cuales habían participado activamente en el reclutamiento masivo de cabileños para combatir en la guerra de España en las filas del ejército franquista, y también a los hijos huérfanos de marroquíes que hubiesen sucumbido en esa guerra. Entre los hijos de notables figuraban en primer lugar los del jalifa, cuyo hijo mayor Muley el-Mehdi estudió en Madrid el bachillerato, y, cuando estaba ya para terminarlo en 1946, fue su segundo hijo, Muley Ismail, quien ingresó en el Internado Hispano-Marroquí para cursar en Madrid los estudios secundarios. Otros hijos de notables, a los que cabe mencionar, eran los hermanos Bensiamar (Abdelwahed, Mohamed, Mustafa y Omar), de Nador; Boryila, perteneciente a una conocida familia de adictos a España desde principios del siglo XX, de la cabila de Beni Urriaguel, y El Mel-lali, hijo adoptivo del bajá de Alcazarquivir, uno de los notables más importantes de la zona Norte y que más se distinguieron en el reclutamiento de cabileños para el ejército de Franco. La media de estudiantes marroquíes era de unos diez anuales, siendo el resto españoles o de otras nacionalidades. Los había también oriundos de Guinea Ecuatorial.

Alumnos y profesores del Internado Hispano-Marroquí, cuya placa puede verse al fondo. En primer término, Mohamed Bensiamar, Driss Afailal, Ahmed Boryila, el príncipe Mulay Ismail, Faouzi Afailal, Mehdi Senhayi y Abdelaziz Senhayi; detrás, M’hamed Kadaoui, el profesor Jaime Sánchez Romeralo, Boubker Bennouna, el profesor Agustín González Braña, Taib Raisuni, el director Antonio Magariños García y el profesor Sidi Mohamed Castillo. (Cortesía de los herederos de Antonio Magariños.)

En mayo de 1942 visitaba el jalifa Madrid y entre los lugares a los que se trasladó no podía faltar el Internado Hispano-Marroquí, donde estaba su hijo mayor Muley el-Mehdi. El Abc del 26 de mayo de 1942 daba ampliamente cuenta de la llegada del jalifa a la capital el día 25 y de su recibimiento con gran pompa en la estación de Atocha, por el ministro de Asuntos Exteriores, Serrano Súñer, en nombre de Franco. La estación aparecía toda engalanada con las banderas española y del Movimiento, así como con la jalifiana. Daba escolta a la comitiva que se formó la Guardia Mora. El edificio donde se alojó el jalifa en Madrid fue en el antiguo Palacio de Casa Valencia, sito en el número 5 del paseo del Generalísimo, es decir, el paseo de la Castellana, que había sido adquirido por la Dirección General de Marruecos y Colonias.

El jalifa de Tetuán durante la visita que hizo a Madrid en 1942, junto a su hijo, alumno del Internado Hispano-Marroquí. (Cortesía de los herederos de Antonio Magariños.)

El Abc del 28 de mayo de 1942, en su edición de Andalucía, daba cuenta de la visita el día 26, del jalifa al Instituto Ramiro de Maeztu, donde le esperaban el ministro de Educación Nacional Ibáñez Martín, autoridades académicas y profesores. En el campo de deportes ocupó una tribuna preparada al efecto, desde donde presenció los ejercicios de ritmo y gimnasia realizados por los alumnos. Después, los muchachos desfilaron delante del jalifa y su séquito dando vivas a Marruecos, a España y al jalifa. Entre los alumnos que desfilaban figuraba su hijo, junto con los jóvenes marroquíes que cursaban allí estudios, y que al desfilar dieron los gritos de «¡viva España!, ¡viva Marruecos!, ¡viva Franco!». Una banda de cornetas y tambores interpretó varias marchas, entre otras el himno jalifiano que fue escuchado «brazo en alto» por toda la concurrencia, y, por último, el himno nacional, que el jalifa escuchó «saludando militarmente». Visitó después el pabellón donde estaba instalada la Exposición Escolar, y donde el director del instituto, don Luis Ortiz, fue mostrándole los diversos trabajos de los alumnos, y explicándole la labor realizada por éstos. A la entrada del pabellón, adornado con tapices y flores figuraba la siguiente inscripción: «El Instituto Ramiro de Maeztu saluda a S. A. I. y se siente honrado en recibirle». La inscripción aparecía en caracteres árabes.

Después de visitar varias dependencias del instituto, en el salón de actos presenció la exhibición de una película, en la que se recogía la vida escolar del «emir», desde que se levantaba hasta que se acostaba, incluidos los ejercicios físicos que realizaba, las oraciones, los estudios, etc. Luego, pasó a la piscina y al gimnasio, donde presenció diversos ejercicios de los alumnos del Instituto Ramiro de Maeztu. Por último, el jalifa visitó el Internado Hispano-Marroquí, en cuya puerta le esperaban su hijo y los alumnos hijos de los notables marroquíes que cursaban allí sus estudios, con quienes departió durante unos minutos. Acompañado por el ministro de Educación y el director del instituto, recorrió todo el internado, deteniéndose en las habitaciones que ocupaba su hijo. Tras un refresco con el que fue obsequiado en el comedor del internado, el jalifa terminaba su visita a las dos de la tarde.

Alumnos del internado: Mustafa Bensiamar, Antonio Magariños Ramón, Ahmed Boryila —con la camiseta del Estudiantes— Mellali R’mekki y Mohamed Al-lal Haddou. (Cortesía de los herederos de Antonio Magariños.)

El primer director del internado fue don Manuel Chacón, hijo de militar que había hecho gran parte de su carrera en Marruecos, al que sucedería don Antonio Magariños, catedrático de latín del Instituto Ramiro de Maeztu, que ejercería el cargo hasta el final del internado después de la independencia de Marruecos en 1956. Magariños fue promotor del famoso equipo de baloncesto Estudiantes, del Ramiro de Maeztu, que todavía hoy sigue —y que en 1970 dio a su sede el nombre de Polideportivo Antonio Magariños—, en el que jugaron varios estudiantes marroquíes del internado, algunos de los cuales llegaron a destacar como grandes jugadores. Los cuatro hermanos Bensiamar jugaron todos ellos en el Estudiantes, y Abdelwahed —conocido en el equipo como Mimoun— llegó a participar en 1963 en el campeonato que dio al club su primer trofeo nacional, llamado entonces Copa del Generalísimo.[5]

Después de 1956, el internado pasó a ser la Residencia de Antiguos Alumnos del Ramiro de Maeztu, en la que todavía permanecieron durante dos años algunos estudiantes marroquíes que cursaban ya estudios superiores.[6]

Elementos variopintos: la Guardia Mora de Franco

Soldado de la Guardia Mora en una ilustración de José M. Bueno.

Otro elemento marroquí que formó parte del paisaje madrileño de los años cuarenta y cincuenta fue la llamada Guardia Mora. Creada en febrero de 1937 en Salamanca para servir de escolta en el cuartel general de Franco, fue reorganizada acabada la guerra y contó con dos unidades: una compañía de fusileros del batallón de infantería y un escuadrón de caballería. El escuadrón de caballería estaba instalado en el cuartel del Conde-Duque de Madrid, desde donde partía cada semana una sección hacia el Pardo para efectuar los servicios de guardia a pie en tres garitas y a caballo en la puerta principal del palacio. Durante el mes de ramadán sus servicios eran sustituidos por tropa europea. Ni que decir tiene que las unidades de esta guardia disponían de sus propios cocineros que les preparaban las comidas conforme a los preceptos de la religión islámica.

El escuadrón de caballería de la Guardia Mora tenía otras misiones, como la de dar escolta a Franco en actos oficiales importantes y rendir honores en la entrega de cartas credenciales de nuevos embajadores. En estos casos, vestían de gran gala, con la doble capa propia de la caballería marroquí, es decir, el sulhan azul y el alquicel blanco. Y, por supuesto, el turbante. Elementos residuales de los miles y miles de soldados de las Fuerzas Regulares que lucharon en la guerra de España de 1936-1939, daban una nota de color exótico al Madrid de los años cuarenta y cincuenta.

Estas dos unidades desaparecieron en 1958 en el momento de la guerra de Ifni, cuando el escuadrón de caballería que rendía honores durante la presentación de cartas credenciales de nuevos embajadores fue apedreado. A los soldados se les dio la posibilidad de de volver a su unidad de procedencia, es decir, las Fuerzas Regulares, o de pedir el retiro. Pocos se quedaron. La mayoría optó por la baja.[7]


Notas

[1] Para todo lo relacionado con los estudios de M’hamed ben Abd el-Krim el Jatabi en Madrid y su ingreso en la Residencia de Estudiantes, véase María Rosa de Madariaga, Abd el-Krim el Jatabi. La lucha por la independencia, Madrid: Alianza, 2009, pág. 372. [volver]

[2] Ibídem, págs. 372-377. [volver]

[3] Alberto Jiménez Fraud, «Abd-el-Krim, estudiante en Madrid», Heraldo de Madrid, Madrid, 20 de agosto de 1921, pág. 1. [volver]

[4] De estos azulejos, además de los de la galería del Internado Hispano-Marroquí, solo se conservaban piezas en los Alcázares de Murcia y en la casa de Blasco Ibáñez llamada Villa Fontana, en Menton (Francia), según Juan Manuel Magariños, especialista en historia del arte e hijo de don Antonio Magariños, que fue durante muchos años director del Internado Hispano-Marroquí. [volver]

[5] El entrenador de cantera del Estudiantes Jacobo Rivero le dijo a Daniel Gil-Benumeya Flores, coordinador de esta obra, que el Internado Hispano-Marroquí fue histórico dentro del Ramiro de Maeztu y que Mimoun todavía es un mito en el club. A ello se debe, en parte, el «panarabismo» de la afición del Estudiantes. El polideportivo del club lleva el nombre de Antonio Magariños, en homenaje al impulsor del Estudiantes. [volver]

[6] Debo la mayor parte de las informaciones sobre el Internado Hispano-Marroquí a Juan Manuel Magariños, hijo de don Antonio Magariños, director de dicha institución, a quien deseo expresar aquí mi agradecimiento. [volver]

[7] Sobre la Guardia Mora, véase particularmente la Enciclopedia de Historia Militar el Gran Capitán [en línea], <http://enciclopedia.elgrancapitan.org>. [volver]