El pasado mes de febrero tuvimos la noticia de que se había descubierto un conjunto de monedas andalusíes en una iglesia rural visigoda en la Sierra de Guadarrama. Se trata de un testimonio de la presencia islámica en la actual región madrileña, antes incluso de la fundación de Madrid, y en un contexto de inestabilidad política debido a las rebeliones toledanas. Javier Salido Domínguez, director de los trabajos de excavación y profesor del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad Autónoma de Madrid, ha proporcionado al CEMI la información que se presenta aquí y las imágenes que acompañan al artículo.
Las excavaciones arqueológicas, realizadas durante tres campañas arqueológicas entre los años 2018 y 2020 en el cerrillo de El Rebollar (El Boalo, Madrid) han deparado notables sorpresas. Los trabajos de campo, financiados por el Ayuntamiento de El Boalo, Cerceda y Mataelpino, en el marco de un Convenio con la Universidad Autónoma de Madrid, bajo la dirección de Javier Salido Domínguez, profesor de Arqueología de la UAM y Rosario Gómez Osuna, del Equipo A de Arqueología, han puesto al descubierto una iglesia rural datada entre la segunda mitad del siglo VII d. C. y comienzos del VIII d. C.
El edificio está constituido por un aula rectangular de nave única y rematada en un ábside o cabecera de planta cuadrada orientada al Este. La planta original del edificio sufrió reformas importantes que comportaron la ampliación de una estancia anexa al norte comunicada con un acceso directo a la nave de la iglesia, y la ampliación de la nave que duplica su extensión a partir del periodo bajomedieval.
Las claves para la datación del edificio se encontraban ocultas en las tumbas que ocupan el espacio interior de la nave de la iglesia. A diferencia de otras iglesias rurales conocidas, las tumbas no se hallaban expoliadas, sino en un excelente estado de conservación y se ha documentado una estratigrafía de ocupación, que permite datar la fase original del edificio y las posteriores reformas.
La datación de la iglesia rural original: la confirmación arqueológica
En el interior de la nave, se han localizado doce tumbas perfectamente orientadas en el sentido de la nave y alineadas con los muros perimetrales. Se ordenan en tres hileras, alternando tumbas de individuos infantiles y adultos. La datación por Carbono 14, obtenida a partir de los restos óseos de las tumbas inalteradas, ha aportado el momento más antiguo confirmado de la iglesia, fechada entre los años 656 y 727 d.C.
Esta cronología se ve corroborada por los materiales que conforman el ajuar de las otras dos tumbas principales de la nave que ahora se encuentran en estudio. Se trata de dos sarcófagos de granito localizados en el centro (nº 6) y la esquina noroccidental de la nave (nº 4). Este último está muy bien trabajado y pulido y contaba con una losa de cierre perfectamente labrada, con un rebaje a dos aguas. El interior cuenta con molduras interiores en cuarto de círculo en la cabecera. La información preliminar del material óseo conservado determina que se depositó el cuerpo de una mujer en un primer momento y, posteriormente, se reduce para colocar en el interior del sarcófago un segundo cuerpo, en este caso, masculino, bien estirado y asociado a una botella de dos asas lisa y sin decoración, del periodo visigodo. Junto con esta tumba, se hallaron dos más en cista adosadas, correspondientes a individuos infantiles. El otro sarcófago localizado (nº 6) está peor trabajado, sin pulir y simplemente devastado. En su interior, se depositó un individuo masculino que portaba dos anillos de aro filiforme circulares, dotados de chatones decorados cuadrados, también del periodo visigodo.
Las monedas del tercer emir independiente de Córdoba
La localización de la iglesia rural en El Boalo en un pequeño cerro estratégicamente situado sobre la vía de comunicación que, por el pie de sierra, discurre desde tiempos prehistóricos y que quedaría oficializada como Cañada Real Segoviana en la Edad Media, explica que fuera desde ese momento un lugar de referencia en el territorio. Es el paso de esta importante vía la que explica las ampliaciones que sufre la iglesia original y la continua reocupación del espacio.
La localización de cinco dírhams de plata fechados a inicios del siglo IX, en el interior de la nave, en un nivel por encima de la ocupación del VII, es un buen testimonio de que hubo una influencia musulmana en estas comarcas. La reciente investigación que se acaba de publicar en la prestigiosa revista Zephyrus determina que los dírhams localizados en El Rebollar (El Boalo) presentan una cronología comprendida entre 195 y 202 h./810-818 d. C., de modo que el depósito se encuadra en el gobierno de al-Ḥakam I, el tercer emir independiente de Córdoba. Este conjunto proporciona una información numismática e histórica significativa, dada su singularidad, su fácil lectura, el excelente estado de conservación y el hecho de que se trate de monedas poco frecuentes en el centro peninsular.
Las monedas de El Rebollar evidencian una frecuentación del lugar en la primera mitad del s. IX d. C., periodo que coincide con el proceso paulatino de desocupación generalizada que se produce en los asentamientos rurales del territorio septentrional del distrito toledano. El contexto coincide además con la inestabilidad política derivada del levantamiento de Toledo entre los años 201 y 205 h. / 816 y 821 d. C. que trajo consigo el refugio de fugitivos procedentes de Córdoba, con el consiguiente aumento de tensión entre la capital de la Marca Media y el emir, llegando este último a enviar a sus tropas a la ciudad.
Un edificio de culto milenario
La antigua iglesia, visible desde la vía de paso, sufre una reforma importante que supone la reocupación del edificio que vuelve a adquirir su función religiosa. Así se explican los nueve perinatales, enterrados en un lugar privilegiado dentro de la nave, próximos a la cabecera. Dos de estos individuos fueron depositados con monedas —una de ellas colocada entre las manos enlazadas del perinatal— que corresponden a blancas del reinado de Juan II, de la primera mitad del siglo XV. Los materiales y las monedas localizadas en unidades estratigráficas más superficiales evidencian una frecuentación del lugar desde el siglo XV al XIX, con una mayor profusión en el siglo XVII, momento en que la documentación escrita señala la presencia de una ermita dedicada a la virgen del Sacedal. En los libros de difuntos conservados de El Boalo, entre 1723 y 1796, se nombra a Nuestra Señora del Sacedal, si bien en esta ocasión como uno de los altares de la iglesia parroquial de El Boalo. Es probable que esta imagen fuera la titular de la ermita que se identificaba casi un siglo antes. El traslado de la ermita a la parroquia confirmaría la dinámica que se ha observado en otras localidades próximas en esas fechas, cuando el abandono progresivo de las ermitas de su término provoca la concentración de su culto en altares secundarios de las iglesias parroquiales de las Villas. En el caso de El Boalo se confirma que hasta finalizar el siglo XVII había una ermita con la advocación de Nuestra Señora del Sacedal y, a partir de principios del siglo XVIII, la imagen de la Virgen se va a trasladar a un altar de la iglesia. Parece que la ermita desapareció con el cambio de siglo, pero el culto a dicha imagen se mantuvo tiempo después en la parroquia.